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05 octubre 2007

La Recuerdo a Ella....

La recuerdo a ella, moviéndose al son de la música, mirándome con sus enormes y hermosos ojos, que brillaban como dos luces en medio de la oscuridad del lugar. Era como si tuviese el cielo estrellado de una noche oscura en ellos. Y me miraba con ellos... y movía sus cejas, y yo me sentí feliz, me sentí bien, me sentí cautivado por aquella sonrisa seductora y alegre que se dibujaba con sus labios. Aquella mirada juguetona decía tantas cosas, y a la vez nada. Simplemente nos divertíamos. Así, siguiendo el vaivén de sus caderas me acercaba y la rodeaba, y la miraba a los ojos; y ella me devolvía su mirada, me la obsequiaba por esa noche, como si fuese algo que quería hacer desde hace un tiempo y por fin encontró la oportunidad.

Recuerdo esa noche como un gran momento de bienestar. Y especialmente este largo episodio con ella. Por fin pude olvidarme de todo el resto y tan solo concentrarme en las miles de ideas que surgían de su mirada, en el momento, en una vuelta, en tomarla en mis brazos, en disfrutar junto a ella de aquella noche. Recuerdo también cómo me abrazó con frenesí para no dejarme ir en varios momentos. Y me sentí feliz, aunque sólo fuese una broma, por el hecho de pensar que en verdad así lo quisiese. Por lo mismo, me entregué a ella y a su voluntad, y se lo dije. La seguí, no la perdí jamás. La sentí. La tuve a mi lado y ella me tuvo a mí.

Por supuesto que también jugueteamos, como dos niños, usando la excusa par tocarnos, sin remordimiento; sentirnos y a la vez, acariciarnos, entregarnos confianza y felicidad junto con alegría y diversión.

En determinadas oportunidades, aparecieron terceros, que de un modo u otro intentaron arrebatármela. Pero no lo consiguieron, ya sea por ella o por mí, o por ambos, al final nos mantuvimos juntos, inseparables, y continuamos bailando hasta que nuestros pies simplemente no dieron más. Incluso le dije, ante la imponencia y magnífica belleza de sus ojos, perdón, si bien en broma, con un sentido de rogativa muy profundo, tapado bajo esa máscara de la situación. Fue este un momento clave; pero cuando ella me miró, y con una inmensurable ternura aceptó mis disculpas, mi corazón latió con fuerza, contento como nunca, pues más que la literalidad de sus palabras, significaba que lo que quería era continuar intercambiando nuestras miradas, continuar con las sensualidades en cada paso que bailábamos, continuar con la sutileza de sus cejas arqueadas; y entonces sentí el ruido de la multitud nuevamente, feliz, como si sintieran lo que yo, como si aquella lisonja tuviese por motivo nuestra unión, nuestra felicidad.

Por fin me sentí con la confianza para abrazarla y tocarla, como no hago generalmente, como si pudiésemos transmitirnos nuestros sentimientos y pensamientos a través de la piel. Y recuerdo entonces cómo nos abrazamos envueltos en aquel tema con el que ella tanto disfrutaba. Nos abrazábamos y bailábamos lento, al son de la música. y recuerdo aún más cuando en un momento, como algo inesperado y espontáneo, movió sutilmente su dedo, para acariciarme la espalda, como si quisiera terminar con las bromas y mostrar un cariño real y profundo, materializar lo que sentía, hacérmelo entender por si aún cabía alguna duda. Entonces continuamos abrazados, acariciándonos, felices, tranquilos, hasta que sonó la última nota del tema. Luego nos soltamos y algo cambió, desde ese momento algo cambió. Quedé tan cautivado aquella noche, tan maravillado ante su belleza, tan enriquecido de su compañía, de sus palabras, de sus miradas; difícilmente podré olvidar aquella noche.

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